Nadar es uno de los ejercicios más completos que existen, ya que se ejercitan casi todos los músculos del tiempo, a la vez que es muy relajante y, debido a que estamos flotando en el agua, nos da la impresión de que el esfuerzo realizado es menor al real.
Nuestras costas son un lugar privilegiado para nadar. Sin embargo, la bondad relativa de sus aguas, sobre todo en el Mediterráneo, en comparación con grandes mares, ríos y lagos de otros continentes, no debe inducir a excesos de confianza. En el mar no hay lugar a errores. Los dos aspectos fundamentales son el nivel de preparación física del nadador y la observación de las condiciones del mar.
En cuanto al primer punto, más importante que el nivel técnico y la velocidad es la capacidad de dosificar el esfuerzo, de saberse capaz de cubrir una determinada distancia a un ritmo cómodo o de permanecer un determinado tiempo en el agua, lo cual sólo se consigue con un entrenamiento regular. El mayor grado de flotabilidad del agua de mar aligera en cierta medida el esfuerzo que debe realizarse, pero este elemento favorable puede verse contrarrestado con creces por la corriente y las olas.
En el mar conviene extremar la prudencia. Es preferible nadar en paralelo a la costa, para tener una referencia visual continua, y sin rebasar la línea de boyas situada a doscientos metros de la playa que limita la zona de baño. Cuando se nada en otras direcciones (hacia una roca, una cala, un espigón, etc.) hay que buscar un punto en el paisaje que sirva en todo momento referencia.
El nadador debe saber que nadie espera verle desde una embarcación, un windsurf y mucho menos desde una moto de agua. Por lo tanto, además de llevar un gorro de un color llamativo, debe nadar con respiración bilateral (cada tres brazadas, o bien cada dos pero cambiando a menudo de lado), mirando regularmente hacia delante y hacia atrás.
Nadar en grupo da más confianza y es más divertido, pero todas las decisiones relacionadas con el ritmo de nado y posibles cambios de itinerario sobre la marcha deben realizarse teniendo en cuenta al nadador de menos nivel. La observación objetiva de la zona redunda directamente en la seguridad. Para ello debe tenerse en cuenta varios aspectos:
El estado de la mar. Produce más o menos desgaste al nadar y condiciona la previsión de las distancias de nado (respetar las banderas en las playas).
Las corrientes. Las consecuencias de nadar a favor o en contra son obvias, pero también pueden influir lateralmente, en cuyo caso debe rectificarse la dirección de nado para mantener la dirección de desplazamiento o cambiar a partir de un cierto punto.
Es fundamental evitar las entradas de embarcaciones a zonas portuarias, escuelas o alquileres de embarcaciones.
Conocer los horarios habituales de los diferentes colectivos (pescadores, embarcaciones de recreo y motos de agua, surfistas, etc.) permite elegir la hora más tranquila del día, que suele ser por la mañana temprano.
En el mar las distancias engañan. Cuando se nada en un lugar por primera vez no hay que sobrevalorarse. En cambio, es útil tomar referencias de tiempo para una próxima vez.
No olvidemos que nadando el cuerpo también se deshidrata, y que el sol quema mucho a través de la película de agua salada que se forma en la espalda.